Una sonrisa y un libro en la mano
Allí estaba él, de pie o sentado,
con una sonrisa y un libro en la mano,
los transeúntes miraban socarronamente
sus ausentes prisas, su gélido paso.
Pero seguía, de pie o sentado,
el hombre de la sonrisa en la mano,
paseando sus ojos sobre el asfalto,
en torno a las cabezas de hoy y antaño.
Y el hombre que estaba de pie o sentado
pensaba 'qué ironía, pues nadie me besa'
y no sollozaba, pues sonreían sus ojos,
vislumbraban sus manos.
Ya sigue allí el hombre del libro
y la sonrisa en la mano, vigilando
socarronamente a la lluvia y al sol,
pensando '¿por qué vas tan rápido?'
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