Quizá
mañana salga el sol.
Agotadas horas
infatigables,
manos atadas, callos
miserables,
ellos temen otra vez pasar
hambre,
ojos temerosos de vientos
dominados.
Así han pasado los años,
esperando la tinta en
remojo,
esa que tiñe sus cargos
de rojo,
que tensan la cuerda y el
moño.
Las frías nieves pisadas,
dejadas,
con huellas descalzas
estropeadas
aún guardan ilusiones
maltratadas,
aún esperan revoluciones
señaladas.
Ya los silencios arrojan
libertad,
las manos como dinamita
explotan,
la cabalgata y señores
del rey perecen,
los amos por su vida
imploran piedad.
Titulares puñales al
pueblo arrojan,
el Estado a sus dueños
lloran,
los terroristas caen entre
aplausos,
la muerte al esclavo de
vida despoja.