sábado, 20 de octubre de 2012

La conjura de los necios

Bueno, la verdad es que no sé por qué no volví a publicar ninguna crítica literaria aquí, creo que fue un poco por pereza y otra porque preferí dedicarme solo a la poesía y algún que otro relato corto. Por cierto, de estos últimos, publicaré en los próximos días dos nuevos. Uno sobre Edgar Allan Poe y otro sobre un tema que me obsesiona... los zombies!!! Sólo que aún estoy buscando título para este último.
En cualquier caso, decidí retomarlo. Desde la última crítica que hice hasta esta, he leído muchos libros, pero voy a retomarlo con este. Aunque hasta la siguiente crítica, creo que tardaré un poco, pues ahora he tomado en mis manos un libro de Erich Fromm y creo que me llevará algo de tiempo leerlo.

Por cierto, esta crítica tiene una connotación especial, pues una amiga mía no ha podido con el libro, así que... ¡venga, ánimo!

Bueno, a ello.

La conjura de los necios fue libro escritos en los años 60, pero tiene un aire a realidad bastante interesante.
Desde las primeras páginas el lector va a odiar a su protagonista, Ignatius, así como a su madre Irene.
El libro casi se podría titular "Venturas y desventuras de Ignatius". Su peculiar visión del mundo, así como su extraña personalidad, hará que queramos, literalmente, partirle la cara a hachazos a nuestro protagonista.
A lo largo de la obra irán apareciendo personajes que, a priori, no tienen ninguna relación unos con otros, pero pronto estos lazos se nos harán más claros y resulta un poco paradójico, pues todos ellos están unidos por el mismo nudo. Sí amigos, por nuestro protagonista. El cual, he de decir, parece sacada de un manicomio perdido en las montañas suizas.

Al final tuve cierta simpatía por Ignatius, pero inmediatamente se me pasó.

Esta tragicomedia, creo que sería el mejor modo de definirla, es delirante, una auténtica concatenación de hechos. Aunque también, hemos de leerlos en una clave crítica

Y el autor... 

Toole, su autor, es un poco como Ignatius, me dio la sensación al leer su biografía.
Parece ser que era un hombre algo desdichado, tal vez algo trastornado, no lo sé. En cualquier caso, él escribió esta novela y nadie, ninguna editorial le hizo caso y, supongo que por varios motivos, terminó suicidándose.
Su madre fue la encargada de insistir para que su libro fuera publicado de manera postmortem, hasta que un editor parece que se fijó en la obra y decidió sacarla a la luz.

Gotas...


Gotas

La lluvia se alza, no protesta,
no calla la irreverencia de sus aguas,
es tan feroz como la de nuestros cuerpos,
que se hunden en nuestra soledad,
la soledad de nuestras respiraciones.

La cama gruñe, acompaña,
teje la miseria externa,
esa que nuestra desnudez olvidan,
para no poder callar más
los besos que tras hoy,
en mucho tiempo no daré más.

Tu aliento roza mi cuello,
mis manos mi espalda desnuda,
los rayos acallan mis ojos,
esos que te miran de inusitada ternura,
esa que no daré a nadie más.

Las gotas sobre nuestro tejado cae,
pero nuestro lecho suspira pasión,
pasiones ahogadas en otras almohadas,
se olvidan bajo nuestras sábanas,
esas que callarán de nuevo tus secretos.


lunes, 1 de octubre de 2012

Al otro lado del Danubio


Al otro lado del Danubio.

La pluma en el tintero,
el papel blanco sobre la mesa
mis dedos agarrotados,
la cabeza tiesa.

La pluma en el tintero,
agarrada con un te quiero.
Desangra la pluma su tinta,
que mancharán el papel blanco.

Con la pluma azul intento,
aunque sea serena o alocadamente,
escribir “te echo de menos”
escribir “las mañanas son un infierno”

Escribir con la pluma,
esa de tinta azul cogida,
que mi vida la mide un gasómetro,
y las caricias, las distancias.

Sueño que con la pluma,
que ya se está secando,
caen lágrimas sobre el papel mojado
por la tinta azul y por mi corazón blando.

La pluma ya se impacienta,
y yo sin tocar el papel blanco,
se pierden los sueños, dulces,
acariciando nuestras miradas.

La pluma es sabia,
sabe que sólo nuestros ojos
se han tocado, no nuestras manos,
pero mi deseo no se ha apagado.

Los primeros trazos dibujo,
la pluma ya se ha cansado,
Estimada amiga, yo sigo aquí,
las luces y mis te quiero no se han ido”

La tinta azul está muriendo,
la pluma grita su último aliento,
mientras un posdata cierra la carta,
llena de añoranzas y te quieros perdidos.