Vespertinos
cantos
Me temo que un día,
pérfido como la luna,
tétrico como el viento,
marches a buscar la vida.
Vida que aún no ha
muerto,
entre tormentos
provechosos,
en luminosas calles
oscuras
por las cuales callo mis
gritos.
Desgarrados que se oirán
sobre
lápidas sinuosas
derramadas
en algún cementerio
eterno,
olvidado por el ovíparo
tiempo.
Tiempo que se ha marchado
entre las sábanas
marchitas,
donde juntos hemos
grabado,
pequeños gemidos, amores
sosegados.
Si gritarte sirviera de
algo,
si arrojarme bajo la
lluvia vespertina
curase el silencio de tus
ojos,
quemaría entonces mi
alma.
No querría, pues, salir y
recibirte con mis brazos,
bañados por la oscuridad
de un portal sexuado.
Las rocas de tus montañas
siguen pidiendo a gritos
que sepa por qué mañana
regresarás, sin querer, a
mi cama.